Hay momentos del año en que me siento en ovulación permanente... sí, mi humor pasa de euforia a semi melancolía y posterior sensación de cabreo inminente y, ultimamente, la Navidad y la Semana Santa son uno de esos momentos.
Dejemos claro que tengo mi propia opinión de la Iglesia como institución y de la religión; en cuanto a esta última mi visión es un tanto particular, fruto de viajes, libros, conversaciones y, sobre todo, experiencias. Hoy mi meta no es hablar ni de una ni de otra, hoy me voy a centrar en algo menos amplio, algo con matices bien definidos, algo de lo que parece nos estamos olvidando... las tradiciones y, con ellas, nuestra identidad.
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Photo by Sahndrah |
Mientras escribo estas lineas el Viernes Santo ha llegado a su fin... llevamos ya varios días celebrando la Semana Santa. Para quién no le quede claro de lo que se trata diré que es el período del año en que los cristianos celebran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Dicha celebración empieza el Domingo de Ramos (aunque el Viernes anterior, el de Dolores, es cuando en muchos lugares suele iniciarse)y finaliza el Domingo de Resurrección, es decir,el domingo posterior al Viernes Santo.
Aclarado esto, me pregunto... ¿Qué está pasando? ¿Qué le pasa a la gente? Siento como si existiera una consigna de acoso y derribo hacia todo aquello que desde tiempo inmemorial ha formado parte de nuestras vidas... No hace falta tener ochenta años, ser del Opus Dei ni tan siquiera ser un ferviente creyente como para sorprenderse al ver que, durante estos días, nada, absolutamente nada ha cambiado en la programación televisiva, es más, me da la impresión que cada vez menos gente entiende o transmite el significado de estos días y eso, queridos mios, no hace de uno alguien más "cool", más moderno o más... ¿cual es esta palabra tan de moda?... Ah, sí, tolerantes... Porque segun parece ser tolerante, a dia de hoy, significa respetar y tolerar todas y cada una de las religiones y, por tanto, tradiciones foráneas mientras,al tiempo, se pierden las propias.
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Resulta triste ver que la programación se ha mantenido inmutable, tanto a la hora de pasar películas clásicas de estas fechas como a la de entretener a los benjamines de la casa. Estos han sido días normales en los que han faltado películas de Disney o especiales de David Copperfield, pero lo que más ha brillado por su ausencia son esas películas tan típicas como "Ben Hur", "El Manto Sagrado", "Rey de Reyes", "Sinue el Egipcio", "Los Diez Mandamientos" o,como no, "La Pasión de Cristo" porque, además y dejando la religión a un lado, siempre es un placer disfrutar de directores como Cecil B. DeMille, Franco Zeffirelli, William Wilder; o de grandes actores como Charlton Heston, Anthony Quinn, Claudia Cardinale, Yul Brinner, Ava Gadner o Richard Burton, sin contar que la versión de la Pasión realizada por Mel Gibson es, por decir poco, absolutamente extraordinaria. Porque la tradición no es solo la Palma, las "Monas", las torrijas, pestiños o las procesiones, es también ese cine, como cualquier adaptación de Dickens o "Que Bello es Vivir" durante Navidad. Vamos, que por no poner ni tan solo "La Vida de Brian" de los Monty Python, la cual, aunque pueda parecer a algunos irreverente, es una maravilla del humor. Tan solo hoy me he topado con una grata sorpresa, en la Sexta, con "La Historia Más Grande Jamás Contada", una bella película en la que el magnífico Max Von Sydow hace de Jesucristo acompañado de ilustres nombres como Charlton Heston, Angela Landsbury, Sidney Poitier, José Ferrer, etc.
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De todos modos, si la total pasividad en la programación me cubre con un manto de melancolía, debo decir que lo que vi en una procesión me inundó de esa sensación de cabreo inminente pre ovulatorio del que hablaba al principio... Estaba de paso por Cordoba, donde disfruté viendo algunas procesiones y muchas maravillosas tallas y pasos, ( verdaderas joyas del patrimonio cultural y artístico español ), cuando cual fue mi sorpresa al ver que, mientras una procesión se paraba para esperar la llegada del Paso, algunos penitentes conversaban con amigos y familiares mientras, otros, comían bocadillos traidos por sus "omaítas" de turno... porque, claro, el niño puede estar de botellón hasta las tantas sin probar bocado pero un día de procesión... "por favó, por favó, er niño tiene que comé"...mientras, en otras, había gente quejándose por el incienso y el fuerte olor a mirra ( olor que, personalmente, me encanta). Eso, a mi modo de ver, resta seriedad y dignidad a la procesión en particular y a la festividad en general. Y es que, me da la impresión, que cada vez son más los que ven ciertas festividades como vacaciones para ir a esquiar o a la playita, en vez de momentos llenos de historia y tradición.
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Pero volviendo al tema que nos ocupa... supongo que vivimos un proceso de destrucción de una civilización, de una cultura; más de una vez, en la historia del mundo, se ha oido la frase " esto se acaba porque llegan los bárbaros...No, llegan los bárbaros porque esto se acaba". Como gran amante de la historia he podido dilucidar que èsta es cíclica, no hay más que acordarse, por ejemplo, de la caída del Imperio Romano... Occidente entró en decadencia, las arcas imperiales empezaron a menguar, las divisiones en el imperio lo hacían débil, escaseaban líderes, llegó un momento en que la mayoría de los ejércitos romanos contaban con guerreros bárbaros entre sus filas, al tiempo que se abarataban costes, etc,etc... A medida que el poder de Occidente mermaba el de Oriente aumentaba... ¿ Suena familiar ? Yo diría que suena preocupantemente familiar.
España, en el pasado tierra de mecenas, conquistadores y defensores a ultranza de sus costumbres y tradiciones se está conviertiendo, a pasos agigantados, en detractores de sus raíces más profundas... vamos, que los mismísimos franceses hayan decidido declarar las corridas de toros patrimonio cultural inmaterial, siendo el primer país del mundo, mucho antes que España, en otorgar dicho reconocimiento a la tauromaquia, da mucho que pensar.
Concluyo dejando un
enlace de un interesante artículo sobre el tema, donde se resume a la perfección el modo en que facilmente se puede destruir una civilización.